Mujeres del mundo: Pablo Sigismondi presenta libro en Espacio Viarava
Cooperativa Viarava junto a la Mesa intersectorial de Género y protección de derechos de niñ@s y adolescentes de Capilla del Monte invitan a la presentación del libro “Mujeres”, de Pablo Sigismondi y María Teresa Andruetto.
Pablo es uno de los argentinos que más ha recorrido el mundo: visitó 159 países. Con sus fotografías y sus vastos viajes es un testigo único de los modos de vida en la Tierra, en especial, de aquellas culturas invisibles y pueblos ocultos para los ojos occidentales. Su extensa obra, referida a las problemáticas sociales y geopolíticas del siglo XXI, lo convirtió en referente indispensable cuando se abordan los conflictos de nuestro tiempo.
Mujeres que se aman, otras que se organizan y fundan matriarcados, mujeres que sostienen, cuidan y envejecen, en medio de geografías imposibles o conflictos armados, a lo largo de 159 países y en una experiencia que duró dos décadas constituyen el último libro de fotos de Pablo Sigismondi con textos de María Teresa Andruetto. Mujeres es una ventana para mirar al mundo y reconocernos en las otras, como las otras que somos. Para Pablo, “aún cuando estás en un territorio muy hostil, siempre sentís el calor y la posibilidad de anidarte donde hay mujeres. La explotación no tiene color, no tiene edad, no tiene género, pero es mucho más marcada en las mujeres y los niños. En El Salvador, por ejemplo, las mujeres llevan en el vientre, una mochila con agrotóxicos, ¡en el mismo lugar que llevan la vida, llevan la muerte!”
Detalles del evento:
¿Cuándo? Sábado 10 de marzo – 20:00 hs.
¿Dónde? Espacio Viarava – Hipolito Yrigoyen 136 – Capilla del Monte
¿Precio? Evento a contribución voluntaria.
Reservá tu lugar: 3548-611145
Acerca de “Mujeres” – Libro
Un hombre viaja por el mundo con su cámara al hombro y fotografía mujeres una y otra vez. Miles de kilómetros, miles de mujeres, miles de fotos. Si no habla con ellas, si ellas no le cuentan quiénes son y qué hacen, si no las conoce antes, si no establece una empatía, un afecto, no las fotografía. “La foto –dice– es el resultado de la confianza”. Pablo Sigismondi juntó en un libro algunas de las mejores fotos de mujeres que tomó durante los últimos 20 años. En la tapa hay una mujer Talí de Sudán del Sur. En la contratapa, una de la Isla Elefantina, en la India. El libro se llama, precisamente, Mujeres, y tiene un texto introductorio de María Teresa Andruetto, donde se dice, por ejemplo: “… el ojo de Pablo es religioso, un ojo capaz de ligar mundo y espíritu, de captar lo sagrado de la condición humana en todas sus formas. Después de atravesar con su cámara tantos universos, su atención se detiene en la humanidad que habita en cada persona sobre el mundo. Desde esa humanidad (que es también la suya, también la nuestra) lee paisajes, pobladores, épocas, formas de vida, creencias, y nos permite compararnos con otros, descubrirnos en ellos, no fosilizar nuestro modo de ver y de existir”.
Acerca de Pablo Sigismondi
Pablo es uno de los argentinos que más ha recorrido el mundo: visitó 154 países. Estudió geografía en el Instituto Simón Bolívar de la ciudad de Córdoba y se especializó en el exterior. Con sus fotografías y sus vastos viajes es un testigo único de los modos de vida en la Tierra, en especial, de aquellas culturas invisibles y pueblos ocultos para los ojos occidentales. Su extensa obra, referida a las problemáticas sociales y geopolíticas del siglo XXI, lo convirtió en referente indispensable cuando se abordan los conflictos de nuestro tiempo. Ha publicado artículos y fotografías en numerosos periódicos y revistas, y dicta talleres y conferencias.
Para Pablo, viajar es ser parte del tiempo, fluir en el espacio y despojarse de lo conocido para adentrarse en el otro. A través de sus fotografías, lleva la posta de transformar sus experiencias en los recuerdos colectivos de diversas culturas y pueblos.
“Existen otros mundos, silenciosos, remotos, solitarios, distantes, en donde la vida se muestra con toda su intensidad. Vayamos hasta ellos.”
Khalil Gibran “Cartas de amor del Profeta”
Al recorrer el Globo Terráqueo observándolo al nivel del suelo se puede sentir, desde la pequeñez de los humanos, que volvemos a ser niños. Viajar a través de una serie continua de matices, producto de la extrema diversidad geográfica de nuestro mundo, significa adentrarse en un prodigioso calidoscopio de gentes y de paisajes tan diversos como magníficos. Pero, a pesar de esta sorprendente diversidad, la Tierra proclama el mensaje de unidad de los seres creados, un mensaje que no podemos olvidar. Y permite una percepción del mundo exterior pero, más aún, del propio mundo interior.
El fundar una atadura original con cada persona, con cada lugar, permite rescatar el sentido mítico del mundo. Y la capacidad de compartir con el otro, desde los wichis del norte argentino hasta la joven vikinga islandesa; desde los ojos negros de la mujer de Etiopía hasta los homeless de Nueva York; desde los beduinos del desierto sirio hasta los niños sobrecargados de frutas en Uganda; desde las tribus desnudas de caníbales en Nueva Guinea a los ojos horrorizados de los refugiados afganos; desde los sadhus de la India hasta los monjes tibetanos- permite sentir por ellos los mismos sentimientos en uno mismo. Esa empatía deja huellas, marcas. Todos viven en la memoria diaria. A todos les debo gratitud.
De la gente he aprendido. Y he descubierto que en cada rincón se encuentran historias, muy a pesar de la aldea global donde todo aparenta uniforme y conocido. En nuestro mundo, siguen habiendo historias. Siguen habiendo ventanas para abrir, y siguen habiendo gentes que esperan que las abramos. Pero ¿Cómo transmitir y preservar en la memoria los testimonios de un viaje por el ser humano y su sombra, de sus luchas, de sus creencias y de sus amores en los cinco continentes?. A través de las fotografías, como un modo de integrar esos agujeros negros que hay en nuestro propio mundo; esas cicatrices de la historia, esas suturas que llamamos eufemísticamente divisiones políticas o razas. En el mundo de hoy que debilita fronteras y homogeiniza; integra y comunica existe, sin embargo, un proceso complementario que las reinstaura, reproduciendo nuevas barreras que segregan y dispersan, que desconectan a los que buscan atravesarlas. Tenemos ojos pero no podemos ver.
Viajando el tiempo se vuelve infinito, increíblemente lleno. El tiempo se marca, se intensifica, permanece y se alarga. Y la fotografía lo eterniza.
Al fin de cuentas, vivimos en un mundo que viaja en un universo que también viaja. Y el viaje es el único antídoto que permite vencer la fugacidad del tiempo. Y estas fotos buscan ayudarnos a revelar, comprender y difundir la auténtica maravilla humana que la Tierra alberga en sus entrañas.
Pablo Sigismondi